Son muchas las fórmulas que se llevan a cabo para comercializar y vender los vinos en nuestro país. Pero, ¿ realmente se analizan en profundidad siempre todas las variantes de la ecuación? ¿Se tiene en cuenta el consumo medio de vino de nuestro país? ¿Sabemos quien es el principal consumidor de nuestros vinos? Etc…En mi opinión, la venta actualmente se centra en tres factores:

1.Coste mínimo en todo el proceso de elaboración.

2.Minimizar los costes en la comercialización y distribución, y por último

3.La lucha por buscar el mejor precio de mercado frente a nuestra competencia directa.

Si nos vamos a las estadísticas, el consumo medio de vino aproximado en España es de 21 litros por persona y año, muy lejos de los 44 litros de Eslovénia y Croacia, o los 43 litros de Francia y Portugal. Y si además, partimos de la base que somos el tercer país productor de vino en el mundo, por detrás de Francia y Italia…. Yo me pregunto…¿Estamos haciendo algo mal?

Es cierto que el poco consumo de vino entre los más jóvenes sigue siendo una realidad, que se puede ver como una falta de interés por este bien tan preciado de nuestra gastronomía, o quizás es que no les hemos sabido transmitir la cultura del vino. Tal y como se plantea, en un artículo publicado en prensa escrita en el año 2013, y cito textualmente: «El vino ha pasado de su origen humilde y de ser un producto más de la dieta habitual, a consumirse como algo especial cuando hay invitados o en el restaurante».

El vino en el menú de nuestros hogares a perdido relevancia, dejando paso a otras bebidas que han pasado a formar parte de nuestras mesas, y es cierto que el vino, y cuando hablo de vino me refiero a blancos, rosados, tintos, espumosos,…. ha pasado a ser el protagonista de celebraciones y momentos especiales con invitados, familiares y amigos.

Por otro lado, como sumiller creo que quizás a veces, no hemos sabido transmitir lo que realmente necesita el consumidor, ver el vino como algo fácil de beber y compaginar con nuestra gastronomía diaria.

Seguramente habrá casos, en los que el cliente no le interese saber si el vino nos aporta aromas terciarios de la barrica, o las notas de frutos rojos , que la crianza es de 12 meses por que lo dicta la Denominación de Origen o que el viñedo esta plantado en vaso…

Creo que debemos ser embajadores de las bodegas, saber transmitir emociones, las mismas que comparten con nosotros los enólogos y responsables de las bodegas, cada vez que nos presentan sus vinos, y saber aconsejar a nuestros clientes acorde a sus necesidades, y es algo que empieza por hábitos de comunicación, algo que la actual situación no nos permite o que obstaculiza. Quizás, precisamente uno de los elementos de esa formula que buscamos, sea olvidarse de la metodologías y tecnicismos que hemos estudiado en nuestros años de formación, y aprender a comprender los vinos de otra forma, dejando de lado todas esas catas técnicas y complejas, en las que los aromas resultan protagonistas por su complejidad a la hora de identificarlos.

En definitiva, encontrar una forma diferente de calificar los vinos, y que crear un lenguaje universal, desde un punto de vista más comercial, y disfrutar de la oportunidad de compartir todos estos valiosos conocimientos adquiridos en nuestras dilatadas carreras profesionales, de una forma mas amena y cuotidiana.

También es verdad, que en cuanto a formación hemos avanzado mucho, con una gran oferta en cursos de cata y eventos, tanto a nivel profesional como particular, que han permitido que muchos consumidores se acerquen a este mundo tan fascinante como es el del vino.

Por otro lado, la digitalización nos está permitiendo llegar al consumidor de una forma más directa, pero a la vez deteriorando el asesoramiento personal, sin darnos la oportunidad de poder aconsejar de forma más activa y directa al cliente, que busca ese vino especial para cada ocasión.

Actualmente las bodegas buscan nombres divertidos y extravangantes para sus vinos, con un marketing cada vez mas enfocado la venta por impulso, en base a un producto más comercial, y que al final es inevitablemente algo necesario en esta nueva formula de venta de nuestros vinos, y en muchos casos tan importante como el producto al que le dan nombre.

Debemos contribuir a que el vino nos identifique con cada uno de nuestros territorios, de la mano de nuestra gastronomía y con una viticultura ecología sostenible, y cómo no, de un consumo moderado y responsable.